Un padre en Tandil

Un padre en Tandil

Cuando mi padre nos dejó, éramos cuatro hermanas; a los pocos meses nació nuestro hermano Gnazio, mi madre dijo que como no tenía padre tampoco debería tener la letra “i”. Fue un chiste que nunca logramos entender, pero que le hacía mucha gracia a ella.

Creo que nunca he extrañado a mi viejo, eso sí, le tenía rabia a la idea paterna. Un poco de envidia a las personas que sí gozaban de uno, no sé. Gnazio era el único de la familia que jamás lo conoció y por ende no tenía rencores ni malos recuerdos.

Yo vivía con la esperanza de volver a verlo algún día, para escupirle o darle un abrazo, no sé. Ya estoy muy vieja y seguro que él ya está muerto.

Ayer en una letargia me acordé de una señora de Tandil, que estaba en la misma situación. —Tu papá no era muy inteligente para abandonarnos, para mi que simplemente se ha perdido— repetía a diario.

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