Se hizo la noche
Durante unos meses trabajé para un consorcio de cincuenta bancos europeos. Fue de lejos la peor experiencia laboral de mi vida; tenía que marcar tarjeta hasta para ir al baño. Recuerdo que la misma tarjeta me servía para pagar los almuerzos, que eran prácticamente cronometrados.
Me sentía raro dado que el noventa por ciento del personal eran hombres blancos franceses mayores de cincuenta años. En toda la empresa, de casi quinientas personas, éramos solamente tres migrantes: una chica china, una rumana y yo. Ellas eran mi única conexión con la realidad; ellas y mis tardes con la radio Erbol.
Sí, creo que por nostalgia le agarré el gusto a la radio. Además, gracias a escucharla, imaginaba que era chico de nuevo y que estaba en mi casa en La Paz. La cosa es que una tarde entrevistaron a una chica boliviana que se ganó el premio de ser una de las doscientas personas en colonizar el planeta Marte. Ella estaba tan emocionada, hablaba de la sorpresa de la noticia y de cómo iba a poner el nombre del país en alto, tan alto como otro planeta.
El locutor le dijo que tenía una sorpresa y era que su mamá estaba en línea con la radio. Ni bien le dieron la palabra a la señora, ella comenzó con un mar de gritos y llantos. “Hijita ¿Qué siempre te hemos hecho? ¡No te vayas a Marte por favor!”. El pobre locutor no sabía como controlar la situación y la chica respondió muy segura de sí misma: “¡Mamá! ¡Ya hemos hablado de esto! ¡Está decidido! ¡Me voy de este planeta!”. Esto provocó nada más que enfurecer a la madre y el locutor trataba de explicar que llega un momento en la vida en la que los padres tienen que aprender a dejar ir a sus hijos, incluso si eso significa irse fuera de nuestro planeta.
Creo que fueron, de lejos, los mejores tres minutos de radio que escuché en mi vida. Al día siguiente presenté mi renuncia y me puse a buscar cómo participar de ese programa para ir a colonizar el planeta rojo.
Sobra decir que la empresa Mars One nunca me envió una respuesta. Era un fraude y el proyecto cayó en banca rota poco antes de la pandemia.
Hace unos minutos vi a ese planeta en el cielo nocturno, claro, vi tan solo un punto rojo. Me sentí bien pues, en realidad, no era un punto, sino una madre feliz.