El tránsito incorregible

—-¿Realmente tenemos que torturarnos con el Código de Tránsito? ¡Espere a la luz verde! ¡Camine por la acera! ¡Por las líneas! ¡No escupa! ¡No toque bocina! Parecemos ratas de laboratorio que han diseñado su propio laberinto. Vivimos de la casa al trabajo, a la universidad y a la tienda. Todo en líneas perfectas, evitando curvas y vueltas innecesarias, obedeciendo como ovejas a carteles de metal pintados de blanco, azul y rojo. Esto, mi querido oficial, no es una infracción, sino un acto de rebeldía, ¡la chispa de una revolución!—-
El sargento Ramirez mandó al pobre borracho a dormir ocho horas en celdas policiales. Esa noche, cuando retornaba a casa, vio un semáforo en rojo; no dudó ni un segundo antes de acelerar al máximo. Casi provoca una catástrofe y los transeúntes no paraban de gritarle e insultarle.
Ramirez sonreía, ya que por primera vez en su vida experimentaba la libertad.