El paseo de la nieve
Estaba dando un paseo por el bosque, quería tomar algo de aire y almorzar un emparedado escuchando a los pajarillos. Mientras probaba el bocado me decía a mi mismo —Que chistosa es la palabra ‘emparedado’, debe ser una de las más tontas y cursis que existen, ¿por qué no puedo decir sándwich?”—
Mientras masticaba y pensaba en esa, y otras macanas, apareció Olivia; una amiga que está medio chiflada. Siempre pasea con su perrito y después del saludo te pide un cigarrillo. Ya le dije como mil veces que no fumo, pero no le interesa, siempre me pide uno. — Hola Olivia, no tengo puchos — es mi forma de saludarle. Responde con una sonrisa y comienza a contar algo, nunca le interesan mis comentarios, ella cuenta todo al aire.
— Mis amigas dicen que mi marido es flaco porque yo no sé cocinar. ¿Ubicas este nivel de machismo? Claro, para ellas la felicidad es tragar bien, y ni siquiera bien, sino en cantidad. Cuento los minutos por irme de este lugar, no sé, a cualquier parte, a un país de flacos; la India, Kenia, donde sea, a un lugar donde nadie me joda con la comida — decía con un tono de rabia mezclada con tristeza.
Al final compartimos el sándwich, incluso alcanzó un poco para el perro. Después de sus discursos no queda nunca apetito.